El control interno, delimitado al ámbito gubernamental y de manera general, es un proceso en el que se demanda a los actores de una institución pública, propiciar cierta confianza en cuanto a la consecución de los objetivos institucionales y la salvaguarda de los recursos públicos; prácticas que contribuyen a la prevención de la corrupción y que se conducen directivamente para mejorar la ética y la integridad pública.
En segundo lugar, que el control interno debe contemplar el análisis y gestión de riesgos que se presenten tanto en el interior como en el exterior de la organización. Y finalmente, que los esquemas de control interno sólo ofrecen una seguridad razonable no absoluta de las operaciones y resultados que persigue la entidad gubernamental.